Los ángeles lo ven,
el cielo no.
Los demonios lo ven,
el infierno no.
El hombre no tiene alas,
ni cuernos, ni tridente,
ni toca liras cuando muere,
ni arde cuando peca.
Los ángeles y los demonios,
se quedaron ciegos el día
que el hombre aparcó
la lectura de la biblia,
y prefirió caminar
junto a su ideal de muerte:
liberadora e inerte.
Piedras, piedras,
chocolate del muerto,
que finge y no respira,
guiña un ojo a la espalda
del que flores le lleva.
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