Fui hasta el parque
paseando despacio.
Respirando y olisqueando
todas las esquinas.
En cada una había dejado
un rastro de su paso por esta vida.
El olor era agradable,
una mezcla de azufre y polvora.
Despacio cómo una hormiga lenta
que agita sus antenas,
anduve hasta llegar al parque.
Me detuve en la puerta.
El parque tenía una puerta
de hierro y rejas.
Pensé que toda belleza
tiene rejas y puertas.
Imaginé toda la belleza
cómo pájaros que escapan
de jaulas, y el corazón
se me llenó de amargura.
Me centré en el rastro
que había dejado su aroma.
Continué hacia el lago
tras pasar la rosaleda.
Y allí estaba,
tendido en el suelo...
cómo un pantalón viejo.
Su rastro a muerte
me llevó sin dudar
hasta él.
Mi propio sabor
había muerto.
Estas loco, por eso escribes así. Una locura que todos padecemos y nadie sabe expresar como tu. Insisto... Eres valiente.
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