La extrañeza de los zapatos.

Era un adolescente
con la cara lisa
y el alma llena de acné.

Tenía, cómo ahora,
ciertas fijaciones extrañas
para pasar mi tiempo libre.

En casa me masturbaba
con jamón york, y lo liaba
en papel de aluminio
para regalárselo 
a la chica que me gustaba
del colegio, que pillaba de paso,
en el camino a casa, pero...
ella pertenecía a los ganadores.

Ellos llevaban raquetas 
y deportivas de marcas caras,

Yo gafas de pasta, barriga
y
vergüenza.

El papel de aluminio
en mi mochila, pasaba días
y el de los días, anteriores,
más
días...
mi mochila era un retortero
de hijos muertos...

Mi mochila era un marsupial
de mi propia vergüenza.

Un día se me cayó
un bolígrafo al suelo,
el profesor me castigó
porque pensó que miraba
las piernas de mis compañeras.

Pero solo contemplé
los  zapatos, las hebillas,
los cordones, las suelas...

las patas de los pupitres
eran cómo celdas del sexo...

Colegio de curas...
pajas de esparto...
dolor al placer...

De pequeño siempre fui un salido...
un pajillero que se corría
con la ilusión de entregar un regalo
envuelto en papel aluminio...

El día que se me cayó el boli
vi los zapatos de todos mis compañeros
a través de las patas de los pupitres
de clase...

Aquella extrañeza de los zapatos
me llevó a escribir mi primer poema.

Tantos poemas 
escribí a escondidas,
que cuando un día,
los metí en mi marsupial
del vergüenza...
mi semen treceañero
cetrino...
se había convertido
en lagrimas...

Entendí entonces,
que mi esperma
no era más que un poema...
versos con los que convertir
el sexo:
en fetos
dentro
de
mi
entraña...

Despejando tormentas.

Hazlo.
Llueve conmigo.
empapa esta rareza
vivida.

Llueve conmigo.
Aparta esta tormenta
con tu lluvia.

Imagina que crece
la hierba.

Llueveme.
Dame la vida.

Orina mi campo
con tu toalla
de noche,
para olerla
en la espera.

Lo dejé escapar.

Salió un tren.
se me escapó.

En él, todo viaja.
se me escapó.

Sonó el silbato.
se me escapó.

Mi maleta pesa demasiado.
se me escapó.

La ropa arrugada es triste.
se me escapó.

Su mano no me agarra.
se me escapó.

Se me escapó...
ya no sonrío.

Se me escapó.

Goteando

Espero a que suene
el resuello
de la esperanza.

A penas emite
sonido.

Solo algún
estremecedor
recuerdo.

En el bosque
de bambú
todo es imaginativo.

Algo ha cambiado
que me trastorna
el acercamiento
a la desesperanza.

¿Quizá sea la progresión
que me aleja de la angustia?

No hay ciegos
en el país
de los muertos,
no hay más que cuerpos
que se denuncian
en verso.

Onírico
mundo.
Infecto
sueño.

Toda
la verdad
es
un corazón
con
forma
de
vaso.

Amenazado después de muerto.

Soy un zombie,
y cuando la gente
dice, "te voy a matar"
siempre contesto:
Ya estoy muerto.

Es la ironía de la vida,
que todos quieran
disfrazarte de lo que eres,
para hacerse más grandes,
en su retortero de ignorancia.

Inútil y necesario

Me gusta equivocarme
ser ese extraño que ríe
cuando le salen mal las cosas.

Soy raro, tengo mal carácter
me huele el alma a aliento cervecero,

Me gusta ser el hombre oxidado...
escribir a deshoras y gastar bromas
que nadie soporta.

Soy un experimento de Urano.
Un anillo falsificado de Saturno.

Me gusta decir soy...
Es cómo si el hombre
del supermercado
me pusiera precios
con su pistola de pegatinas
naranjas...

Inútil y necesario
cómo el spray
o el exprimidor...

Ser me
es útil
viaje a la extrañeza...

Bailas con la luna
y nadie te critica...

Eres un loco...
es maravilloso.
Me equivoco
y sonrío,
así aprendo.

Sinsabores.

Fui hasta el parque
paseando despacio.

Respirando y olisqueando
todas las esquinas.

En cada una había dejado
un rastro de su paso por esta vida.

El olor era agradable,
una mezcla de azufre y polvora.

Despacio cómo una hormiga lenta
que agita sus antenas,
anduve hasta llegar al parque.

Me detuve en la puerta.
El parque tenía una puerta
de hierro y rejas.

Pensé que toda belleza
tiene rejas y puertas.

Imaginé toda la belleza
cómo pájaros que escapan
de jaulas, y el corazón
se me llenó de amargura.

Me centré en el rastro
que había dejado su aroma.

Continué hacia el lago
tras pasar la rosaleda.

Y allí estaba,
tendido en el suelo...
cómo un pantalón viejo.

Su rastro a muerte
me llevó sin dudar
hasta él.

Mi propio sabor
había muerto.

Poca Cosa.

A penas
pena,
y tan solo
gime.

Nada,
es poca cosa,
todo es suyo,
incluso
la pena,
pero tan solo
a penas.

Porque la pena,
solo
en minutos
gime
su nombre...
pero es poca
cosa.

Muerte al verso.

Quiero matar 
mi poesía.

Asesinarla.

Cogerla por sorpresa
en un callejón 
a oscuras...
y rajarle el cuello
con una hoja
llena de faltas.

Deseo que mi poesía
se suicide,
tome mil pastillas
y duerma,
que deje esta 
vida de pesadilla
y se entregue
en el sueño
al voraz olvido.

Quiero que muera 
en medio de esta urbe,
mientras los coches
se saltan los semáforos
en rojo,
y
los abuelos, piensan 
en los amigos de los nietos,
para masturbar su tiempo
imaginándose niños de nuevo.

Ojala muera para siempre
y no despierte a mi corazón,
pájaro muerto que vive en mi pecho,
cárcel de hueso en mi cuerpo,
cuerpo de trapo con alma de perro.

Morirá sabiendo
que la muerte no es más
que el paso para soñar
al mundo abierto,

alma
y
pájaro muerto,
ecos de sus graznidos
que retumban
en mi,
bombeando sangre
con forma
de silencio...

Silencio
que oculta
un consabido
secreto.

Secreto 
que nadie cuenta
por que es
un callado
sufrimiento.

Volviendo a perder. (En la taberna de Frank)

Llevaba tiempo
sin acudir a la taberna
de Frank.

Cuando entré
estaba leyendo
un libro de poemas
de piratas muertos
que se habían podrido
en la pena.

Le chisté desde lejos.

Pss. Pss Tú... tuerto cabrón!

Levantó su ojo malo
y me escrutó,
después dijo...

Puto desalmado!!
has abandonado
esta verdad
la única
que te ha mantenido
cuando mis hijas
te alentaban
para beber más
del amor negro
que se te escapa....

Que has hecho
todo
este
t
i
e
m
p
o...
...
Mira las telarañas
mira el polvo
de la barra...
por aquí
han pasado
los mejores momentos
de este blog...

ahora tus nuevos
lectores
no saben ni quién soy...

Eres uno que pasa
y no ama...

¿No recuerdas nada?...

A Frank se le cayó
una lagrima...
parecía un plomo
de pesca
en un mar oscuro...
su pena
no pasaría por un colador
de cocina...
demasiado espesa.

Le contesté.

Frank...
es cuestión de voz
es cuestión de pasar
tiempo en alta mar...

Navego por la vida
porque no me queda otra
que navegar...

Tu no navegas ya Cooper.

dijo Frank.

Vas a la deriva
y solo tú sabes por qué.

Amor callejero.

Por aburrimiento
comencé esta carrera,
la que nunca acaba.

No culpo a nadie
por estar aquí.

Pero me aburre.
no es una premisa
de vida,
es una máxima
del poeta
que se aburre
olisqueando esquinas
y no encontrando
donde orinar sus versos.

Cómo el perro callejero
conozco al hombre,
y aunque le plante cara
es mejor huirle.

Porque jamás
el hombre
entiende al perro
y a veces
algunos,
hasta nos patean.

Nosotros
nos vamos
con un quejido,
pero somos
incapaces
de guardar
rencor;
siempre acudimos
a la mano
que porta algo
de alimento...
no para comer,
sino para que nos acicalen
tan solo
eso:
acicalen.

Es difícil
y complicado
ser hombre,
por eso en este universo,
algunos
y
solo
algunos,
somos
perros
callejeros...
Por el bien
de los que nos maltratan.

Servicio y sistema, una vida que nos dictan hecha.

Este hotel
tiene las sabanas ásperas,
la almohada repleta de chinches,
la moqueta con pis seco.

El botones es tan viejo
que siempre trae
el filete frío,
y la propina
se le cae de mano,
porque le tiembla.

El fantasma de la habitación
ya no se afeita,
y en vez de miedo
me da pena.

Este hotel
está demasiado visto,
ya no es más
que una habitación rancia
con orientación a
media noche,
media vida,
media pena...
ni pena entera.

Quiero viajar y mudarme,
deseo soñar con sabanas limpias.
este hotel,
hostal de medio pelo,
es una ignorancia
que no afeita
su vergüenza.

No puntúo y no se hacerlo. Pero vivo para intentarlo.

Raro
extraño
difícil
complicado
rompe los versos
le apasiona
muerte
no encabalga
y mata
versando
es un lobo
es un loco
es un matado
que
duerme
en los parques
cuando
se
emborracha,
no
le
importa
pero
se mata
con cartones
en los que
la publicidad
dicta
el agradecimiento.

Erudito
erudito
deja
el estudio
para ser culto
y estudia
para sentir
lo que aprendes

Arma letal

Pena de culto,
sueña el corazón:
irremediable soñador.

Sueña la oración;
es confuso el dolor.
es un despegar
que nadie entiende.

Llévalo con calma,
que nadie lo use
más que tú.

Es una extrañeza
que no tiene destino.

Héroe falso...
tu pecho
de hierro
inmortal,
no es más fuerte
qué esta hoja de papel:
en la que desangro mis dedos.

Historia y disfraz.

Este es el poema
de una nube,
que se disfrazó
de cuervo
para volar más bajo.

Quiso no ser
lo que era.
y el viento
la invitó
a disfrazarse
con pluma negra

Este poema
es la historia
de una nube
que al disfrazarse
de cuervo
se le olvidó
que su voz
era blanca
y esponjosa.

Se le olvidó
que
no era oscura,
ni tétrica,
ni gótica...

Ni tenía pico,
ni pluma negra.

No graznaba
a la muerte
ni la muerte
la quería
pero la muerte
a su disfraz acudió.

Es la historia
de una nube
que no quiso
ser ella,
para ser otra,
y al hablar
su esponjosa
voz
la estranguló...

Murió no siendo
ella...
murió.

Tan ahogada
murió
que sus lagrimas
no cayeron
y la sequía, secó.

Murieron las frutas,
murieron las flores,
la tierra murió.

millones de pétalos
en calaveras se trasformaron
arboles, semillas, colores...
cenizas:
de un mundo secado.

Quiso ser lo que no era
y por ello...
mató.

Este poema es la historia
de una nube que no lloró,
y al tragarse su pena
queriendo ser cuervo,
entró en un erróneo
juego de amor,
pues pensó que al no ser
lo que era...
algo de amor sembraría...
pero tan solo dejó
sequía y desazón...

Nubes que se disfrazan,
corazones como aviones
de papel...
por el aliento vuelan.
Por ser verdadero:
cada corazón
llora.
¡¡Verdad...
verdad!!...
¿Verdad?

Boomerang

Una vez más
me vuelve
el boomerang
que lancé hace
mucho tiempo.

Solo me basta mirarme
las manos,
o recordarme en algo
tan estúpido cómo
cuando miraba
la lluvia tras el cristal
de la casa que nunca fue mía.

A veces escuchar lo más
mínimo nos emociona,
a veces sacudir el bote
de cerveza
para escuchar
el último trago,
y no escuchar
más que unas gotas
tropezar
contra el aluminio,
me traslada
a aquellas lluvias,
me devuelven
el golpe
en la cabeza,
ese
que ahora
mancha este poema,
el mismo
que ahora
me arranca un llanto
y una sonrisa.

Vuelvo a relanzarlo,
no se cuando volverá,
pero si vuelve y no estoy:
no olvidéis
lanzadlo.

Ciudad de sangre

Ella
es como
un barco de papel
negro
donde navegan
todos mis sueños.

Bandera de huesos
rojos, manchada
de sangre,
desde lejos
todo lo divisa
con el catalejo
de su vagina.

Retorcí
todas las calles
de esta ciudad
eterna.

Papiroflexia
que se amontona
en mi cabeza

Todo lo que imagino
es papel arrugado
sin forma.

Orillas de mi vida,
la vida es mar y playa
navega,
navega.

Versión solitaria.

Cansado
fui a la cocina,
agarré el cuchillo,
el más feo,
el oxidado,
saqué de mí
el amor,
lo puse
contra la mesa
del salón
y lo acuchillé,
se desangraba
entre mis manos
mi amor,
mientras ella,
lejos,
reía en otros brazos.

Mi amor moribundo
caminó hasta la puerta
y salió bajando las escaleras
hasta la calle,
allí se tendió
y llorando,
recibió mi ignorancia
y
mi
desprecio.

Mis manos
manchadas
de su sangre
volaron
a mis bolsillos.

Mi amor
asesinado
no es más que
una mancha
en el asfalto

Toma este poema,
y llévalo
en tu bolsillo,
es lo mejor
que le puede
pasar...
no al poema
sino a mi amor.

Destino.

Aquel que se miraba
en el charco de la mañana
no es el que hoy recuerda

cambios no programados,
incertidumbre vital
que despierta mi curiosidad.