De entre todos los racimos me tocó el dos, el be, el segundo, el que llega después del primero. Llegar primero es una utopía para los que observamos sentados, el sol, la luna, la estrella.

A lo largo de las mañanas,
hablan las espaldas
sobre el suelo desconchado.
Dichos que nadie
suelta de tripas hacia afuera.

Viví durante un tiempo
bajo la luz insultante
del medio día, siempre nublado,
arraigado entre mis dedos rotos
como escombros de obra
inacabada.

Ahora que soy una isla,
me aíslo.
Ahora que conozco mi racimo,
elijo ser la uva seca,
la uva amarga,
la uva pasa,
uva exacerbada...
y todo pasa por todo,
como si la existencia
fuese una silla vacía
frente al cristal
de la ventana destrozada.

Siempre digo que mañana
será mi día,
porque los hoy que barajo,
los hoy, digo,
no me gustan ninguno.

Llegar primero no es ganar,
es perder parte del camino
por ir deprisa.

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