Hablo, con duda,
hacia arriba.
Esas voces altas
de más de tres metros.
Como los techos
antiguos de las casas.
Hablo y no me llega nada.
Hablo porque desde siempre
me vienen encima,
las postulantes desidias
de aquello que me hablaban;
eso que adoras por grandeza
y no encuentras, al descubrir,
nada de nada.
Todo es una fábula.
La enseñanza de lo atávico
siempre nos llega,
cuando la confusión nos arde
delante de la cara.
Ahora y aquí,
hago lo que me da la gana...
o no...
o pienso que imagino
cuando en realidad
es una creencia desmesurada.
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