Tirando piedras a un estanque turbio.

Rebusqué acertijos
para coleccionar
un montón de dudas,
que no deseo resolver.

Moriré lleno de preguntas,
como si una plaga de piojos
me devoraran con sapiencia.

Insistí en coleccionar
acertijos, jeroglíficos
dibujados en mi pecho.

Cuanto menos acierto,
más sé.
Cuantas más preguntas,
menos palabras.

Ocasionalmente
los silencios
son como un rescate
de la muerte.

Callar no otorga,
callar me evita a mi mismo:
ardua tarea de un egocéntrico constante.

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