Despego mi espalda del suelo,
tapo mis grietas con el barro.
Resiliente me encamino
de nuevo a mi propia
encomia de tapar
aquello que duele
con la belleza cercana.
Soy como el cuenco
roto entre tus manos,
Llegué roto y me armó de nuevo,
llegué partido y supo usar
el pegamento que sus heridas
traían, jamás escuché queja
mas sí un canto que se elevaba
por encima de nuestra soledad.
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