Infusionando mi odre, exprimo la muerte hasta verte ardiendo.

Acostumbrado a mi ceguera,
relamo muchas veces
lo más callado de mi.

Complico llegar a una mano,
cuando cercenarla
es menos doloroso.

No hay vino en mis ojos,
únicamente alcohol,
deseando ser agua oxigenada.

Por eso acariciarte el pelo,
es moverme entre lianas,
al tiempo que muero.

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