Ante el túnel,
mi sombra
es un trashumante
homónimo.
Ella llega como la lluvia,
no como el chubasco,
ni el monzón,
sino, como la lluvia.
Deja caer sus dedos
y después, hasta su alma,
pide el permiso al perdón,
para aparecer como parto
sereno.
He cambiado la indiferencia,
por la importancia, a todo
lo que antes me exigía atención.
Suelo caminar solo,
hablar solo,
beber solo,
llorar a solas.
Me gusta saber
qué aún, no sé,
lo que tengo que aprender.
Su vagina, es una enciclopedia
del cariño.
Uauuuu... ¡qué buen poema, Carlos!
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