Juego a menudo con mi pene,
lo toco, lo acaricio, me masturbo
como un irracional.
En la calle, pasan mujeres,
y los semáforos están en rojo.
Recuerdo de niño jugar con mis hermanas,
imaginarme dueño de una tribu extraña,
haced los iconos con los cromos
de las bolsas de patatas y de los tigretones.
Me escondía bajo la cama de mis padres,
pasaba ahí horas, las siestas de lo sábados
eran siempre allí debajo;
fue el comienzo de mi defecto de visión,
cuando empecé a verlo todo distorsionado.
El mundo había que entenderlo siempre desde arriba,
nunca desde abajo.
Esperaban un buen estudiante, un buen hijo,
salí un mal jugador, uno que siempre miraba
las tetas de las amigas de mis padres; imaginándolas,
desnudas y masturbándose.
Después, a los años, me quedaba despierto
y cuando todos dormían, me levantaba a ver
canales porno, por cable.
Adoraba a las mujeres de las películas,
eran como las diosas de mis tribus, sacadas
de las pegatinas de mis trigretones,
dulces y comestibles.
Recuerdo la primera vez que me corrí,
mis padres habían salido,
y mis hermanas, dormían.
Tomaba cola-cao y el salón estaba a oscuras,
me mareé, me trasladé años atrás cuando,
me encerraba bajo la cama de mis padres,
fue la misma sensación de libertad y de soledad.
Ahora bebo cerveza y miro como un poseso
a todos lados, mientras siento que el mundo,
es más pequeño que mi universo de tribus.