Susurra.
Es el yo que no soy.
El tú que no eres.
Es, el, él, que somos.
Mientras somos,
nosotros nos olvidamos.
Nos perdernos en la forma del verbo.
Parece que ellos nos aman
pero en el fondo, os engañáis.
Es la una de la madrugada;
y mi corazón ha madurado tanto
que se ha caído de la rama de mis sueños.
La podredumbre rescata la pesadilla,
para disfrazarla de razón.
No me importa que pises mis nubes,
esas que he tras sembrar ilusiones
han brotado en sueños.
No me importa,
porque goteando,
mis susurros
han elegido ser tu narcosis,
para de esa manera,
crecer siendo lo que me gusta,
sin corregirme en mi, ningún error de los tuyos.
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