Como si tomara
forma de carne,
es su boca en mi saliva
cuando no está.
Suelta como una loba en celo
la imagino por la ciudad,
deseando que llegue la noche
para ofrecerme su sexo.
Hasta que la tengo, voy meando
por las esquinas de la urbe,
marcándola entera como mi cubil.
Recordando como me chupa el dedo
cuando le doy queso en mis manos,
rebañandolo mientras las agarra,
mirando más allá de las paredes
de la cocina, que en ese momento,
tiene fuego y no están encendidos
los fogones.
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