iba a un colegio
de curas
y tenía dos hobbies,
uno despreciar
a la clase triunfadora
los que se echaban gomina
en el pelo y vestían
con ropa de triunfador
No podía con ellos
me superaba,
era como ver
políticos y empresarios
con doce años,
ellos nunca me brindaron
su amistad
y yo siempre
rehuía de ellos...
de ellos y del resto de gente.
si es cierto, yo era un solitario
me daba vergüenza que me vieran
con gente era algo poco
original, vulgar.
No me gustaba,
era algo
que consideraba
extraño,
la soledad era mejor,
no te pedía explicaciones
ni llegabas tarde a sus citas,
es más prefería que siempre
estuviera conmigo.
El otro hobbie,
era salir del colegio
por las tardes,
cruzar la plaza con una
gran fuente
y subir por la avenida
hasta llegar
a un colegio
de mojas del opus,
para ver salir
a las niñas de mi edad
El resto de niños
triunfadores engominados,
se apostaban en la puerta
del colegio apoyados
en una especie de
quita miedos,
que separaba la salida
del colegio de las niñas
de la carretera.
Todos con su ropa cara
y sus pelos engominados
sus carpetas forradas
de pegatinas de marcas
de renombre,
¡¡Dios!!...
eran repugnantes
y lo peor
es que casi todas las niñas
los miraban
se reían...
se les hacía la boca agua
con aquellos remilgados.
Menos una,
la que yo iba a ver,
una niña con aspecto
desquiciado
que me hacía
dar largos paseos
por mi interior...
Me gustaba verla
en uniforme,
con los calcetines
a los tobillos,
y la camisa desabrochada,
era la rata de ese colegio
no se juntaba con el resto,
era como yo.
Yo me apostaba
en una plaza enfrente
y me escondía
detrás de los coches
para observarla...
se me disparaba
la respiración,
me agazapaba
para espiarla,
yo me veía
como un gato
callejero que estaba
a punto de saltar
encima de su rata
para devorarla,
me imaginaba cosas
con ella...
depravadas
Lo depravadas
para un niño de doce años,
pero a mi se me salía
el corazón por la boca
y la picha me daba
coces dentro del pantalón.
Ella observaba
de lejos, fumaba
como una maldita
y me miraba
con ojos
de roedora insaciable.
Gato callejero de curas...
rata desquiciada del opus.
Cuando me sentía
descubierto,
salía corriendo
como un gato mojado,
llevándome
esa retorcida sensación.
Llegaba a casa,
iba al frigorífico
cogía una rodaja
de jamón york,
me envolvía la picha
con ella
y me la sacudía...
Cuando acababa
limpiaba la rodaja
de jamón york
con agua
y la envolvía
en papel
de aluminio,
la guardaba
para reunir fuerzas
un día y dársela
pero siempre me podía
la vergüenza hacía mi mismo
y la tiraba en una papelera...
Yo no era
una persona
equilibrada,
siempre lo he sabido
pero lo prefería a ser
un niño de doces años
gomina.
Me gustaba andar
rezagado
mirar con ojos aviesos
y díscolos,
espiarla tras los coches,
dejarme ganar
en las peleas,
dibujar en clase
de matemáticas,
escupir en la de religión.
Eran hobbies de un gato
psicótico
a la edad de doce años.
Jamás conocí un hombre tan libre y tan perdido a la vez. Pidiendo socorro a todas horas para que alguien le saque de su autónoma angustia.
ResponderEliminarRelato confesional, sin remilgos, de orden intimista, donde refleja en cierta forma el carácter con que se nace y la circunstancias que forman a un niño.
ResponderEliminarAvatares, azares y desición dirán su suerte.
Saludos.
Juan.
Ahí va la hostia Carlitos! Me encanta! Menudos recuerdos!!!! Ese colegio del Opus me imagino cuál es............ Esas inseguridades, esas mentes enfermizas, esas tías buenas, esa inconsciencia salvaje y depravada........ Esa represión salvaje. Esos límites tan férreamente marcados entre el el bien y el mal. Me sorprende que a esa edad tuvieras tan claro que "te la pelara" lo que estuviera bien o mal e hicieras lo que te sugirira tu instinto; es decir, noto mucha autonomía a una edad muy temprana; una edad en la que yo te conocía. ¿te acuerdas cuando bailabas break-dance? jodé me has hecho beber de mi adolescencia! muchas gracias!
ResponderEliminarCarlos E. Martínez Gimeno