Me levantaba todos los días
a las 8:30 de la mañana.
Me quedaba sentado
en el borde de la cama
durante un rato.
luego me incorporaba
y al volverme
veía la mesa con la maquina de escribir
y la hoja en blanco metida en el carril.
Cruzábamos miradas
desafiantes, con mala leche
luego me duchaba, me vestía
y me iba al trabajo.
Caminaba hasta
la glorieta de Bilbao
tomaba el metro hasta Goya
salía por General Porlier
y de ahí hasta el trabajo, andando
y por dentro la hoja en blanco
solo ella, nada más en la cabeza
desafiante, como diciendo:
-Hola inepto, no vas usarme
no sabes que poner..
¿no piensas untarme con tus poemas?.
Durante todo el horario
se me olvidaba
porque tenía demasiadas
cosas en la cabeza, pero al acabar
volvía a efervescer
como las burbujas de la cerveza.
Llegaba a casa, me volvía a duchar
me abría una botella de vino
y me sentaba en el salón a mirar
por el balcón,
vivía en un quinto piso
sin ascensor, pero las vistas merecían la pena
me evadía... (un teatro para huir del combate).
Después de un rato entraba en la habitación
me sentaba con un vaso de vino
mirando la máquina
y la hoja en blanco:
tan desafiante!!...
Mi imaginación intentaba buscar entre
las cuatro paredes un punto infinito
como si quisiera vivir más fuera de mi
que en mismo.
Intentaba escrutar algo de sentimiento
para ponerlo en verso
pero no salía nada
solo miraba la hoja en blanco
las letras me golpeaban dejandome
cardenales por todo el cuerpo.
Era sparring de mi soledad
y estaba contra las cuerdas
espectacular
ResponderEliminarnadie ha podido contigo,y mucho menos una hoja de papel
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