Todavía corro por campos quemados.
Qué os habíais creído, manada de mancos de palabra.
Porque ya no me veáis hacer lo que os tortura,
no significa que haya perdido la fuerza
que tengo en mis tripas.
Todavía corro por campos de piedra espinosa
con mis pies descalzos, bautizando con mi sangre
vuestros nombres vacíos.
Podría si quisiera tumbaros con una guadaña
de papel de estraza.
Sin embargo, prefiero, como siempre,
permitir que la envidia os arañe el corazón,
tan vacío, que tenéis, por no mirar más allá
de los espacios llenos, de la opulencia barata.
Poseéis un bajo precio, os vendéis barato,
Vuestra sabiduría es criticaros frente al espejo
señalando con el dedo por detrás de vuestras espaldas,
y en la punta de vuestro dedo, el universo negro que ansiáis;
justo detrás lo que yo quiero, rompiendo vuestro espejo,
acabando con vuestra basura, vuestra suciedad inherente.
Todavía corro, sí. Por encima de vuestras cabezas
sin que seáis conscientes de que quien tiene nada, es el amo del universo.
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