Ahora que las sombras llaman al timbre, y yo duermo profundamente.

En crudo.
Continúo en esta esquina
del cuadrilátero cambiante.

Miro hacia atrás y discurro,
antes de crecer como un dislocado
que se amordaza,
para evitarse.

Observo, sentado, vacío...
la falda que lleva la muerte
en medio de la calle
por la que paseo.

Echo de menos
mis entusiasmos,
antes de ser un valiente
perdido.

Ya mi voz,
se desgaja.
Ya me suturo
las heridas
con el hilo
de mis soberbias
ante esto que hago,
y no sale por los canales
de lo escrito.

Recuerdo buscar bronca
y pegarle fuerte a mi mismo.

Resucitarme cada noche,
mientras me sacrificaba,
como un perro maltratado,
que recurre a morir,
para descifrar los verbos
que le salvan al ladrarle
a la nada,
mientras soñaba borracho
que la vida cambiaría
por arte de magia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario