Como en un duelo al atardecer
me enfrento al sonido
imaginando el mundo,
que gira, de manera inversa.
Los peces tienen su propia
sinfonía de los pies en la tierra,
los hombres necesitamos
apósitos para movernos entre
pentagramas lejanos, a nuestra
naturaleza tosca e hirsuta.
Prefiero moverme como pez
en la tierra,
ser ave libre bajo el mar,
o gota de río, en medio
de una selva, confundida con el rocío.
Mezclarme de manera natural
como si se me cayeran las hojas,
en puesto del pelo,
una vitalidad confusa
para todos los que me miran,
para todos esos que nos quieren
como motivo de sus engaños.
Aquí lo dejo:
nosotros los confundidos
nos mezclamos,
somos mimesis viva del agua,
de la madera, de lo cotidiano.
Hemos ardido demasiado
para ser nada.
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