Me emborraché con un piano.
Los dos con mucha desafinación,
poca melodía.
Ambos sin ser tocados.
Ninguno llevábamos whisky
sobre la tapa de los sesos.
Noche eterna de bares,
canciones que no conoces,
bebes con quien menos esperas,
con quien peor conoces,
entonces llega el sol con su espada láser,
para quedarte compuesto
y sin música,
preguntándote otra vez:
¿Qué haces?
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