una noche de octubre,
y la gente en sus casas... triste.
La lluvia cayendo y el almanaque
deshaciéndose en rojo todos
sus días.
Pienso en esos días, en Debussy
y su Arabesque.
En esa memoria dentro de mi estancia,
y en ella mi pasado jugando con mis amigos,
y con todos los padres vivos, regañando
en esa resurrección que provoca,
el poder imaginar, todo lo que hemos hecho
con la inocencia de los días distraídos
de futuro...
Quiero que las luces se conviertan en lluvia...
que las tormentas sean vasos llenos
en aquellas tardes en las que soñaba
con cruzar de tu mano, y en el silencio de nuestra mirada, el cabreado díscolo
y desmedido paso de Sibuya.
El mundo es tan pequeño y la vida tan corta
que morir es un estornudo en aquella noche
de los noventa.
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