Todo parece que huye atrás, para vivir de nuevo sin cambiar.

Pienso en las luces de New York
una noche de octubre, 
y la gente en sus casas... triste. 
La lluvia cayendo y el almanaque
deshaciéndose en rojo todos
sus días. 
Pienso en esos días, en Debussy
y su Arabesque. 
En esa memoria dentro de mi estancia, 
y en ella mi pasado jugando con mis amigos, 
y con todos los padres vivos, regañando
en esa resurrección que provoca, 
el poder imaginar, todo lo que hemos hecho
con la inocencia de los días distraídos
de futuro... 
Quiero que las luces se conviertan en lluvia... 
que las tormentas sean vasos llenos
en aquellas tardes en las que soñaba 
con cruzar de tu mano, y en el silencio de nuestra mirada, el cabreado díscolo
y desmedido paso de Sibuya. 

El mundo es tan pequeño y la vida tan corta
que morir es un estornudo en aquella noche
de los noventa. 

Ayer tuve la ilusión del payaso antes de salir a dar un susto.

Nadie va a negarme
que ya estoy muerto. 
Hago todo lo que hago
en una estela sin someterlo.

Sé que la soledad es mucho más
que el peor aburrido de los juegos. 

Nunca vengas a buscarme 
mientras esté descontando besos. 

Ya la muerte, vino en ese momento
que todo el mundo aceptó como universo.