Hay siete fuentes amarillas
para cada melocotonero en flor.
Los bosques enturbian sus juncos
al trote de un ostro enegrecido.
Un jardín de bronce,
una llave de acero,
una puerta de latón.
Muerte constante,
trepa por el tronco
de un ciruelo,
un mirlo huye,
con el canto ronco.
Un vaso vacío de vino,
que alguien ha bebido;
el hombre es todo esto,
y aún vive, orgulloso de ello.
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