Vuelven los mirlos a cantar en la lejanía de mi niñez.

Anaranjado, como mis palabras,
pululo por jardines sobrevolando
con mis manos rincones
que solo yo y mi recuerdo
tienen en la puerta cerrada de mi pecho.

He vuelto como todos los años,
al mismo rincón, al mismo árbol.

No soy ningún dios.
Solo un animal
que añora los lugares
por los que dejo, andariegos,
mis poemas escritos.

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