Leve encuentro con mi espejo roto.

He vivido aquí,
épocas de sayo sin rezo.

Emociones por entrar
a esta pared negra.

Deseo absoluto 
por encontrarme 
con personajes vivos.

Ahora me gusto 
en otras lindes,
dentro de la viudedad
que genera la cambiante
ambigüedad 
de lo inimaginable.

No tengo el cambio
para desearme,
avanzo como un montón
de sal enrojecido.

Sentinas buscadas por ojos fútiles.

Mi boca desea
a espuertas
todas esas palabras
bellas.

Pero escribo con insolencia
la parte oscura de la existencia.

Me he convertido en mala compañía
desde que escribo poesía.

Yo que fui un niño bueno,
agradable, estudioso.

Ven en mi esa parte buena
del maldito amigo,
pero nadie verá jamás
el hambre que provoca
estar apartado del mundo persona.

Afortunadamente, nos vemos todos
en los bares.