Cara B del patio de colegio.

Estío verde
sobre piel mojada.
Incansable destino.

Viajo sobre
mi propia inmundicia,
las ruedas de mi coche
están oxidadas y pinchadas.

Mi religión
tiene como dioses
a los peces muertos.

Vino turbio en el descansillo de mi alma.

Viento que roza
la soledad del cerezo,
todo le sobra.

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El último baile
tumbado en el lecho,
revive el muerto.

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Vive el bambú
solitario en el bosque,
verde mas solo.

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Danzan en mi copa
tigres que matan al hombre
que ven en su piel trofeo.

En la madrugada,
la cigüeña mata
al feto que porta.

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La naturaleza
es un estanque,
que sujeta el mundo
en medio de la noche.

Placeres en la historia que pinto con tinta negra, olvidándome de lo impreso en sangre.

Penetro en la noche
absurdo y abandonado
a mis propios enjambres.

Como el zángano bebo
y me emborracho,
creyendo que lo hecho
ha de ser como un estambre,

La capacidad de hacerme
daño, es como creer
en mi, como si yo fuese
mi propio hermano, cuando
lo único que elaboro
en estas noches,
es puro placer por el daño.

El masoquismo
que llega a revivir,
duerme en medio
de lo que no elaboro.

Tengo las piernas
tan quietas,
que camino boca abajo.

Sin más título que lo vivido.

Quizá en el mundo
haya más riqueza
que la que escucho.

Mas esta noche me basta
escuchar a la rana,
como dialoga con el grillo.

El mundo,
es así de sencillo.