Viviendo exactitudes en días de sapos.

Saboreo el ambiente
como carne cruda
del viento.

Imagino mi nombre
en carteleras,
y aún pesa mucho
mi luz de neón...
Esa que no quieres
pero todos pagan
por tocarla.

Partituras mojadas, tinta que orgasma.

La luna mengua
entre tu lengua
y mi cuna.
El amor es una baraja
sin comodines.

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Arriba en lo más alto
hablan de dios,
pero la perdición humana
es Hiperión.

******

En ocasiones
en nuestras casas
nacen trincheras
de guerra,
librando batallas
en la cama.

******

Tanto tiempo
mirando como
el sol desaparece,
que ya no nos hace
ocaso.

Estaciones alborotadas por trenes que nunca llegan.

Caen lentas las ramas
avejentadas del naranjo.

Contra el suelo,
se resquebraja el ocaso.

Mientras, el jaloque,
viste el huerto
con las flores
del almendro.

El cielo ha cogido
su vez,
para su lento padecimiento.

Suspensiva la vida en medio de un parto rodeado de espino blanco.

Erguida la flor del cerezo,
cumbre humilde de belleza,
entona mientras resplandece,
la melodía triste de un laúd
desquiciado.

Es tornado en cromático
y viento sin música,
el invierno acaecido
sin forma necesaria y exacta.

Mas todo es muerte y olvido
ante el orgasmo que la natura
exige, de manera insurrecta,
para continuidad de una vida
que mata, por vitalidad egoísta.

Quieto en medio de la oscuridad que provoca estar con los ojos cerrados.

En este antro,
por donde pasan
borrachos
y poemas alcoholizados;
aquí, digo, 
lugar del macarra de barrio...
todas las copas se llenan
de cerveza,
y los besos son de agua.

Quizá el pelo de la barba,
es para taparnos la cara
por la vergüenza de la mirada
aviesa, o el corazón que nos atraviesa.

Aquí en este antro oscuro...
aún espera a su compañera,
algún que otro canalla.

Sucia socialización del carácter.

A merced
de lo establecido
lo que pienso
es lo que siento.

Defiendo con sueño
esta rabiosa soledad.

Lo miro todo
con sangre.

Son mis ojos
esos tomates,
que pinchas,
en la ensalada
que yo no como.

Globos de carne y hueso.

En silencio, más mudo
que callado,
voy cortando
la fruta que me encuentro.

Desde luego
que las cosas
varían en la noche
del sesgo.

Ahora
Y entre tanto,
voy sembrando
por cualquier sitio,
todo este llanto.

Segundos sonrientes, en medio del álbum de Kodak.

Vuelvo a sudar
a escondidas,
como aquel joven
de veinte años.