Chupando el circuito exacto de tu lengua.

Deja que llegue.

Yo me encargo
de dibujar el camino.

Los bares serán una epifanía.

La vida un reflejo de lo usual,
comúnmente llamado experiencia.

Regañando al oído con espigas de centeno.

Muy alto.
Provocar la risa
en lo sospechoso.

Imaginé que todo esto era
una medio mentira
o una verdad con medias.

Desde el albor,
cuento las hojas
caídas, en los idus,
que agosto vomita.

Pacífico, acepto la única verdad del destino.

Apenas roza
el tiempo
mi piel rota
que imagino
en nada,
un breve olvido.

La medida del peso
debiera ser el beso.

Todo el mundo muere
agonizando,
vives por un buen gesto.

Desciendo bajo el cielo
con una taza de café, solo.

Callejero verde, en ciudad gris. Adagio de esperanza para almas sin sombrero.

Mi curiosidad por encima
de mi imaginación,
me permite
mantenerme vivo,
y dentro de este paréntesis
que no cesa de sorprenderme.

Vivir es descubrir
mas hasta que llega,
imaginas esperanzado,
caminas curioso,
sufres dolor y lo pintas,
en paredes ajenas,
como un grafiti de abandono.

Luto a la esperanza.

Salto charcos,
y los coches me salpican barro.

Las aceras son grises,
el camino nunca el mismo.

Llevo una maleta de llena de crisálidas,
quizá algún día revoloteen mirlos
al aullido del lobo.

Rescatando inmersiones de un sable oxidado

A solas
bebo los restos
de mi cerveza.

El bar es un campo de muerte,
una matanza de los buenos sentimientos.

La parca corre por mi espalda
con dientes de papel escrito.

Se abre una brecha en mis genitales;
incurable, busco el reducto de escozor
que malcure mi rabia.

Aún estoy vivo,
todavía la sordidez
aviva mi sexo.

Voy a mear en tus pies
como un lobo enajenado.