Cabeza de agua en medio de un jardín de jacintos fotografiados.

Tiene la hierba olor trágico
de sentencia.

Por el campo abajo
el valle parece un accidente
de muerte y sangre.

Desmedido silencio,
inenarrable amor a lo parco,
todas las manzanas están mordidas,
ninguna ha gritado cuando le arrancan
la escarcha.

Visito vuestras casas,
orino en vuestros salones
mientras leéis
este espejo de piano suicida.

Voy a pedir limosna.
No quiero monedas de oro,
tan sólo vuestros llantos de esparto.

Mañana habré roto vuestras caderas
de imaginación sin plegaria.

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