Bebo vino a solas, camino dolorido dejando mi rastro baboso de muerte.

Como una chistera,
es mi boca.

Cuando menos lo espero,
una palabra salta.

apelo a la esencia,
no a la forma,
por eso disfruto
hasta del humo silencioso
de su ausencia.

Su vagina,
creadora de un flujo
constante de frases,
es la magia del lenguaje.

Hablo con la muerte,
mirando a su vagina,
y ella me contesta
devolviendo una vida
en forma de orgasmo.

Me gusta escuchar su decálogo
de intensos sonidos,
como escuchar música por la calle;
llenas de color tu vida
con la vida del fuego.

Así es la continua relación
de la muerte y el sexo,
un pataleo, un codazo de uno a otra
para hacerse sitio;
mientras caminas silencioso con la ropa
mojada aún, de la lavadora.

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