Entre soledades, mantengo mi nihilismo.

Resolverlo todo
a vuela pluma,
con el soplido
de la espera;
ahuyentando
ese tierno olor
a muerte
desgajada.

Salomón y las cáscaras de nueces.

Recuerdo no haber estado
en Boston...
ni siquiera encontrarme
tréboles al chupar,
la tapa del yogur.

Es posible encontrarte
en medio de una podredumbre
alicatada de dinero.

El futuro es el juego
del presente,
al exprimirte
para después,
soportar tus desidias.

Aun me queda cuando el amor
llega... y es como si
escuchara música de vinilos
viejos...cuanto más te pincho,
más identidad toman
tus gemidos.

Follar contigo,
es como si la justicia,
se compartiera.

Saboreando la giste caducada.

Todos sabemos,
que la muerte no es soledad,
si no un cambio,
en la materia de los sueños.

Desde una piedra,
hasta un planeta;
hay un millón de especies,
que lloran.
Otro millón mueren.

Ninguna coincide
en el mismo lugar.
Todas aman igual.

Vivo en un edificio
desconchado,
hasta el ascensor
adolescente,
se explota el acné,
mirándose en los niños.

Reencuentros en mi soledad, cuando el sol ha salido por un oeste erróneo.

Siempre desee ser una calabaza,
buscar una bruja buena,
ser la carroza que trota
por la noche, al borde
de una muerte programada.

Vivo en paralelo,
allí dónde los arboles
crecen contra el suelo.

Las lagrimas,
en este lado,
son contracorriente,
y la sonrisa es estar triste,
cuando menos lo esperas.

Es un lado extremo,
se opone a todo lo que existe,
aparecen personas que en el tuyo,
ya no viven,
hablo con muertos y otros que me invento,
y la locura la tiene quien desconoce,
desolando la vida con ignorancia.

Si vienes, hazlo con un cartón en la cabeza,
y cerveza en una mano, la otra, ya me encargo
de llenártela, con el reflejo de una mirada
en la mañana.

En ocasiones miro de reojo y creo que me siguen,
afortunadamente, nunca estoy solo.

Ella ríe hasta en pesadillas.

Nefelibata,
procastina actos
de su eviternidad;
para trazar en oleo
su borracherra de sueños.

Morir matando,
es madrugar
tras dormirse
en el sofá,
la noche antes.

Es por todo esto
que celebro:
la menstruación...
esa guerra sin muertos
en la que la muerte,
recibe un dictado
con lección de humildad.

Cuadros con olor a tocino rancio.

Seguimos naciendo,
para lo mismo.

Ir al supermercado
para revisar;
comprar lo mismo,
lo barato.

Buscamos la inocencia,
hasta en el color de las marcas;
esas que disfraza la muerte
en forma de precio,
siempre bajo.

Seguimos naciendo,
para lo mismo.

Hablamos con el corazón
en la mano;
pero nuestra vida,
sigue estando de oferta.

Somos la marca blanca,
en un mundo de deshauciados.

Domando caballos de fuego.

Mato a la gente
en mi cabeza.
La muerte es jugar
al escondite
con tu suerte.

Mato y lloro,
bajo el sufrimiento
extremo,
mato y amo todo
cuanto tengo;
por eso os digo
que hace años
que estáis
todos muertos.

Esperma en mis vinilos de jazz.

Porque mirarme
en tus ojos,
es romper espejos,
esa mala suerte
de acabar por 7 años,
con la desidia
del mundo.

Mozart comiéndose las uñas, Wagner masturbándose en la cocina.

Desde cualquier lugar
me oigo,
pero nunca me hallo
en lo dictado.

Bebo con ansias
el fin del mundo...
es perfecto
para perderlo todo.

Es momento de recoger
cenizas, en el tallo
de las tinieblas,
mañana dudarás:
es el comienzo del nuevo día.

Pregúntate todo,
así resolverás
las dudas
de tu propia muerte.

Esta noche no irá
nadie a verte.

Bebete tus ecos,
son el orín, en el desierto
de tus pánicos.

Puente inexorable entre lo vacío y la muerte.

Transparencias,
espectros en la oscuridad
de nuestra existencia;
a veces mortales,
otras vitales.

Así es la esperanza:

un sueño que juega
a una rayuela,
con caídas al vacío.

Demasiada existencia, en el pasado oscuro.

Y cuando toda esta locura
pase, quedará tan solo,
mirar atras y arrepentirse,
por lo que hemos dejado.

Ocasionalmente,
de vez en cuando,
a veces,
a lo mejor...

Afortunadamente
nos queda la memoria,
y algo de ansiedad
bajo la lengua.

Trozos de sangre en el dinero.

Yo no tengo más piezas para este puzzle,
anda mellado y avejentado.

Tengo cajas de cartón,
cementerios vacíos de palabras
para guardar todas las resacas.

En medio de toda la pelea,
las apuestas se cierran,
el débil mira con cara de muerto.

Anoche estuve de bares,
camino de nuevo,
bailando con una muerte
que se emborracha,
cuando lloro y miro al suelo.

Acosado por una picadura constante.

Romper es un contenido
plagado de sonidos;
verdades como puños,
es la soledad del guerrero.

Acecho de forma vasta,
el ictus inamovible
de mi esperanza.

Llego siempre tarde,
porque nunca despierto.

Melodía de la vejez anticipada.

Reencontrarte.

Formas parte de un tú,
o un yo,
que sin ser vosotros
estáis manchados de ellos
que somos todos,
sin haberlo buscado.

Remueves el pasado,
con brazos de adolescente,
y el corazón gira,
como una lavadora
de ochenta años.

La vuelta atrás,
es caerte en el carro
de las chuches;
cuando salías
del colegio,
a los nueve años.

Te miras por las mañana
y acabas afeitándote
las lagrimas;
todo te crea pelo.

La clave es la tristeza;
esa mano izquierda
que interpreta la pena.

Suave,
piano,
piano,
suave:
el fa, es el alma,
que genera bases.



Rajas en la espalda como huchas de la violación emocional.

Me incluyo en esa sinfonía
disonante; el desorden mental
ajeno.
Como el ajenjo,
o el espíritu, intento no buscar
explicación a mis vicios,
tan solo cumplirlos: por devoción.

Pasado está lo ordenado,
es momento de la muerte desordenada,
del engaño temporal,
que desarrolla un corazón de amoniaco.

Egipto es en nosotros,
la muerte de los peces mudos.

Ra, es la giste de la mirada fronteriza
en la playa,
mientras Amón-tonas,
canciones en el diván de tus pies.

Cuando el sueño dibuja monstruos.

Corazón como acerico,
todo costurón,
cicatriza en vida,
alma costurera;
al morir,
solo veo fosfenos
entretejidos con mi sepelio.