Resucitando a las doce del medio día, saco de la manga los cactus perdidos.

Hay algo que ocurre
entre sigilos,
mientras el mundo se desmorona.

Monto su cuerpo y lo trastorno.

Su orgasmo es un gerundio en flor.

Llueve y chorrea en mi pecho
toda su estela de dorados gemidos.

La muerte ha tirado su peonza,
y gira en mi cabeza,
cavando un hoyo
por donde se me escapa
la vida;
se me escapa la vida,
se me escapa la vida,
mientras me corro,
me corro,
me corro.

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