Entre tanto, me incomoda hacerlo, pero he de hacerlo para que el universo no me atosigue, con las ramas de la verdad, que se avergüenza de parir plancton.

Ver el espacio unisono,
la igualdad, teñida de lejía.

Los huesos, son de vez en cuando,
negros.

Si aspiras fuerte, ves la insolencia
de lo expuesto; de ti, en otros.

Caer en la equivocación,
no es más que un intermedio,
en la película que protagonizas,
tan sólo, patrocina, el centro,
neurálgico de tu experiencia.

Siempre quise ser diminuto,
pequeño, colarme por los agujeros
del queso,
descansar en los pliegues exactos,
en esa frontera que dibuja el cielo,
con forma de arruga; en su cara.

Lo extraño es ordinario,
lo ordinario es aburrido,
enrocar las piezas,
cambiar la dirección
del engranaje, ser coda,
en un universo de corcheas.

Una vez leí: La soledad,
es la madre de todas las sabidurías.

Alego: La exactitud del error,
yace en la repetición de los patrones,
en no cambiar las vías, en continuar
los caminos cómodos.

Revivo sentimientos,
mas no experiencias,
reclamo la emoción,
rechazo la rutina.

Ahora duermo entre sauces,
ellos enjugan mis juegos,
me ha tocado ser el llorón,
y carezco de hojas.

Es momento de huir despacio,
despacio,
lento,
muy lento,
como un arpa.

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