Plazas y calles.

Iba de un lado
a otro.

Risueño, melancólico,
de calle, en calle,
solitario, asustado,
borracho, irreverente.

Buscaba en los bares,
como perro callejero,
un mendrugo de amor
caliente.

Absorto en miradas ajenas,
me perdía en el parpadeo
de otras borracheras,
arrojaba risas como tumores.

Ahora soy jardín,
que solitario
en alguna hora,
encuentra sosiego
en un boomerang
con forma de brazo.

Me gusta lanzarme
a la vida;
con la fuerza de la muerte.

Conquistar el desamor es enamorarte, todos los días.

Sobre un follaje somnoliento,
descansa ardiendo,
todo lo que echo de menos.

Cabeza de grillo verde,
corazón de pelele,
muñeco de trapo tuerto.

Hice lo que pude
cuando no pude,
y he dependido
de una mano infecta.

A mi también
me atormenta,
los vientres negros,
de doncella.

Amor de cafetería,
besos en todas las esquinas,
tabaco y cerveza a media tarde,
todos los cisnes del mundo, lloran,
todos los sauces: mueren cantando.

El amor siempre llega,
el amor siempre llega.

Inmóvil ante el hojudo. Haiku de la desesperación.

ojos hinchados,
viaje de sangre densa,
Los tigres rugen.

Manoseándome en medio de la urbe.

Pincho mi dedo,
con una aguja.

Viajo por mi sangre,
exprimo mis emociones.

Hay una manera mejor
de ser el más fuerte.

Trasforma tu ira en besos.

Juega al comecocos,
dispara tu rayo láser,
juega a los médicos,
practica el erotismo
que desemboca en porno.

Conviértete en hoja,
en bambú,
o en sauce,
aliméntate;
imagina que no eres nadie.

Atisbando la monomaquia, matándome en ayunas.

A veces la ropa
es la tristeza guardada,
he tropezado tantas veces
en la misma piedra,
que el callo de mi piel,
ya no habla mi idioma.

Plancho mis penas
echando brasas sobre ellas.

Tengo una nueva revolución
en mi vientre,
embarazado de ti,
voy, a no abortar las tragedias.

Lo vital es un pez que no maúlla,
lo exiguo, crece en jardines
del insomnio.

Ya es comprensible,
cuando el dolor es orgasmo.

Ella se retuerce en el café,
mientras la cucharilla marea
sus negativas, para ser bebida
entre mis dientes.

La muerte es un viaje sin maleta,
la herencia al mundo, es la ropa;
por eso siempre la humanidad, es,
la hermana pequeña.

Cerraduras con llaves mágicas.

Perpendicularidad rotunda,
hay rocas de mantequilla
en medio del bosque.

Parece que las copas,
se llenan de viento,
es como si el vino
se deslizara por el cielo,
el amanecer es tan rojo
como la tarde de sus besos.

Es fácil ser perpendicular
ante la naturaleza ignominiosa
de lo fácil, 
lo complicado es hacer equilibrio
en la soledad, 
para no vaciarte y formar parte
de un ovillo de tristeza.

Estaciones abandonadas, pasajeros que lloran maletas.

Ante el túnel,
mi sombra
es un trashumante
homónimo.

Ella llega como la lluvia,
no como el chubasco,
ni el monzón,
sino, como la lluvia.

Deja caer sus dedos
y después, hasta su alma,
pide el permiso al perdón,
para aparecer como parto
sereno.

He cambiado la indiferencia,
por la importancia, a todo
lo que antes me exigía atención.

Suelo caminar solo,
hablar solo,
beber solo,
llorar a solas.

Me gusta saber
qué aún, no sé,
lo que tengo que aprender.

Su vagina, es una enciclopedia
del cariño.

Infinito exacto, lujurias en nuestras copas de sexo.

Se arrancaba
de su cara,
jirones enteros,
lágrimas de papel,
manchadas de vino,
migajas de pan,
y tomate.

Cercada por un núcleo
de melancolía,
bebía vino y se resbalba
por el sumidero
de sus emociones.

Estaba sola,como el sistema planetario.
No había nada que la rescatara,
y mientras;
le dibujaba
poemas en el mantel,
con las palbras que sacaba de su bolsillo
empapado y chorreante
de sexualidad; aún no conquistada.

Fue como pisar uva,
Baco jamás conoció
nuestro vino,
hubiese muerto,
encharcado en lujuria.

Natura incontrolada

Cuatro espinas,
un cerezo.

Un nenúfar
su vagina.

Mi pene,
una bala
de brezo.

Salvaje y desmedido,
es el viento
que exhalo;
desprendo
como un alud,
chorreando,
todos los jugos
de mi sexo.

Pariendo formas, en medio de una decisión.

Es una oración exigua.
Camina desde el fin, de tu decisión.
Examina el alma,
es el shakuhachi oscuro,
el llanto soplado.

No proviene del inicio,
sino que resuelve el conflicto,
siendo el receptor universal,
ahora, tú; que lo lees.

Anula el comportamiento falso,
nadie es nadie, en medio de nada.

Lo existente, es porque se le otorga,
en el instante de la verdad, su propia,
y parida existencia no elegida.

Sopla shakukachi oscuro,
se arrían velas de sangre,
empapando nuestro nombre.

Café de almendra, y molestias en los pies.

Un saludo,
pasa, toma asiento,
ponte cómodo.

No me gustan las despedidas.

Hola, ¿Cómo estás?.

Sonríes mientras lo haces,
pensando que la muerte,
hace un zumo con tu hígado;
pero sigues como si nada.

No quiero despedidas,
ni adioses, ni nos vemos pronto.

He aprendido que ya de por sí,
nosotros nos vamos marchando
en todo.
Hasta en las mejores
presentaciones, ya hay algo
que se va de ti, 
incluso en los besos que das;
hay una parte que jamás vuelve.

No quiero despedidas, porque ya no estamos
cuando llegamos,

Quiero quedarme con el queso,
con la risa, 
habitar en medio de todo,
ser un completo estorbo,
molestar hasta cuando me molestan.

Quiero coger un camino
y fabricar una cuerda.

Universos cerebrales, filtrados de corazón.

Juego a menudo con mi pene,
lo toco, lo acaricio, me masturbo
como un irracional.

En la calle, pasan mujeres,
y los semáforos están en rojo.

Recuerdo de niño jugar con mis hermanas,
imaginarme dueño de una tribu extraña,
haced los iconos con los cromos
de las bolsas de patatas y de los tigretones.

Me escondía bajo la cama de mis padres,
pasaba ahí horas, las siestas de lo sábados
eran siempre allí debajo;
fue el comienzo de mi defecto de visión,
cuando empecé a verlo todo distorsionado.

El mundo había que entenderlo siempre desde arriba,
nunca desde abajo.

Esperaban un buen estudiante, un buen hijo,
salí un mal jugador, uno que siempre miraba
las tetas de las amigas de mis padres; imaginándolas,
desnudas y masturbándose.

Después, a los años, me quedaba despierto
y cuando todos dormían, me levantaba a ver
canales porno, por cable.

Adoraba a las mujeres de las películas,
eran como las diosas de mis tribus, sacadas
de las pegatinas de mis trigretones,
dulces y comestibles.

Recuerdo la primera vez que me corrí,
mis padres habían salido,
y mis hermanas, dormían.
Tomaba cola-cao y el salón estaba a oscuras,
me mareé, me trasladé años atrás cuando,
me encerraba bajo la cama de mis padres,
fue la misma sensación de libertad y de soledad.

Ahora bebo cerveza y miro como un poseso
a todos lados, mientras siento que el mundo,
es más pequeño que mi universo de tribus.