Pariendo formas y recuerdos en mis entrelineas.

Me levanté triste y distante
de mi mismo, de esa sonrisa
que a veces se me dibuja,
en la cara.

Fui a la nevera, quería beber
algo,
pero nada se me antojaba,
abrí el armario de las medicinas,
no tenía ni ganas de meterme una caja
de valium.

Me esclafé como un huevo
en el sofá, mirando la tele.

Entonces me sonó el teléfono,
era ella.

Me recogió y me llevó a la montaña;
de camino:
compró cerveza fría y un pastel salado.

Me soltó como a un lobo preso,
me dio de beber, de comer.

Pasó su mano por mi cara,
sonrió mientras yo me quedaba
en el limbo de mi silencio,
incógnito y apabullante.

De no tener ganas ni de morir,
a sentirme como un cachorro
juguetón.

Sólo me acarició y me dejó
mirar la luz del fondo.

Después bajamos por una carretera
estrecha,
yo conducía, ella callada,
y sin que yo hiciera nada,
se corrió, su orgasmo fue
como si un montón de hojas.
las soplara el viento del suelo
y las levantara como una espantada
de aves.

Hace tiempo de esto, mucho, casi al comienzo,
pero aún no lo olvido, revoloteaba
dentro de mi cuerpo,
se ha estado gestando,
ha viajado a través de mi espacio,
universo sideral que camina ingrávido,
en todo lo que hacemos.

Esperando al genio

Estaba sentado echando cerotes
en el baño, ella entró a por su crema,
y me puse perro al verla, se me puso
duro el cipote.

La agarré por el culo y llevé
mi dedo corazón hasta su chocho,
gemía mucho, también se puso
muy perra.

Froté.
Su vagina es como
una lampara maravillosa,
emergió entonces al rato
su orgasmo; concediéndome
tres deseos:
mi corrida en su espalda,
una ducha caliente,
y una cerveza fría.

Esquinas y calles, como valles en la madrugada

Tiro de la soga,
evado mi ego
mientras araño
con odio la perdición
parida en las calles,
en los antros
por los que pierdo
mi amor propio.

Tiro de la soga,
es el fin, respiro
y me invade el movimiento
peristaltico,
resuello y vomito
mi vida,
como un bolo alimenticio,
regurgitado.

Juego a patearlo
por las calles,
mientras me mofo
de sus formas.

Tiro de la soga
y no me ahogo,
más muerto
que la ahorca,
más tieso
que un vaso;
no es verdad,
no es cierto,
me ahogo y sonrío.

Imitando a mi muerte mientras invito a café a una torpe existencia

Cementerio de ilusión;
así es mi jugo
al concluir mi orgasmo.

Una bandada de mirlos
diabólicos, que me arrancan
los ojos.

Un espantapájaros,
que juega al ajedrez
contra el heno muerto.

Un vicio espantoso:
disfrutar mientras
me mato.

Incubado en tu boca

Antes de ti,
casi no tenía boca,
y parecía que al hablar
se me juntaban
las tormentas
en la lengua.

Antes de ti,
caminar era
desfilar ante
la muerte del universo.

Antes de ti,
imaginaba que yo
no llegaría al mismo
centro de mi,
nunca me conocería.

Ahora, cuando te beso,
es como nacer de una manera
consciente, dialectica,
como si me parieras en cada
esquina de la ciudad,
en cada bar,
tras cada cerveza,
después de mirarme
me das a luz,
me empapas entero
con la placenta de tus besos,
entonces rompo a llorar,
empieza la vida de nuevo.
No dejes de parirme,
no dejes de parirme.

A L. Bettonica

Merienda en público

Me invitaron a leer
en un recital de varios
poetas.

Nunca me he considerado
poeta.
Es más, odio la palabra poeta,
me gusta el poema,
pero no el poeta.

Me bebí tres cafés
me sudaban las manos,
subí al atril,
cuando leí
mis primeros versos,
fue como si vomitaras
y después lo sorbieras
con pajilla de plástico.

Presas inocuas, pululas como un enlace

Un,
dos,
tres.

El baile del pincel
con los pies.

Un,
dos,
tres.

Tinta negra sobre
el papel.

Huellas oscuras,
la vida concluye,
ciclo infame,
todo al revés.

Un,
dos,
tres.

Arrastra la carga
sube la cuesta otra vez.

Recorre el camino
que tu mirada
lanza.

Se como la flecha,
como la voz lanzada,
atraviesa la muerte,
ve más allá de esta aburrida
ciudad,
pasa a hurtadillas por la soledad.

Un,
dos,
tres.
1
2
3

Bailan mis pies,
tinta negra en el papel.

Duchandome a oscuras

No encendí las luces,
y dejé correr el agua
por mi cuerpo.

Caliente, casi hirviendo,
sintiendo que me arranca la piel
a tiras.

Añoro no tener alcohol,
para echarmelo
por la cabeza.

Tanto bien,
no me lo merezco.

Cierro el grifo.
Espero que la muerte
me seque,
ojala se atragante
con mis deseos.

Encontrando la linterna.

Se cae, en ocasiones,
se cae, el flujo de todo
y la misma vida, se cae,
como naipes construidos
en un valle solo y nublo.

Se caen los mitos,
o saltan en trampolín
desde lo alto de sus ideas,
de los sueños que no consiguen.

Esperanza,
Amor,
vida,
besos,
fiebre,
sonrisa,
misterio,
descubiertos,
incertidumbre,
abandono,
dejadez.

Hasta esto se cae,
se paciente, y deja
que caiga todo;
es la única forma,
en ocasiones,
de encontrar la linterna.

Muerte en el aire. (Haiku)

Sólo el mirlo,
es capaz en su vuelo,
de hacer frente
al sendero del crisantemo.

Amor incondicional, motor y carracas sin pestañas

Escapes, tubos que no comprendes
en la ciudad que grita tu nombre a tus espaldas,
te chista y disimula, como una quinceañera
que se sonroja al verte pasar.

Llevas la muerte liada como un bocadillo,
dentro de la mochila que tanto pesa
en tu espalda.
El corazón de tu amor en el llavero
de tu coche, que desea arrancar
para llevarte a ella, pero te traga
la noche.

Escuchas tiros y aspiras en los bares
mientras bebes mata ratas.

Al final del todo, estornudas
para despejar las fosas,
pero andan saturadas porque
es invierno.

Te despiertas el lunes pensando
que es sábado, no das crédito
a como ha pasado todo
tan rápido, y piensas
que de nuevo la has liado
y estás de mierda hasta
las arquetas.

No, déjalo, es mejor dejarlo
así no das pie a que la cabeza
analice, mientras se parte de dolor
como una sandía contra el suelo.

Crees como todos en dios,
pero el tuyo va al baño
con un gramo de coca
en los huevos, y te cobra
sesenta el polvo con anestésico de muelas
rotas.

Siempre caes en la misma trampa.

Los camellos son como las putas,
les gusta el dinero fácil y no piensan
en como tenerlo, sí como gastarlo.

Pero entras en bares de mala muerte,
alta sociedad callejera infecta,
que ingesta tu corazón mientras
se beben tus bolsillos y esnifan
la mejor de tus sonrisas,
vuelta al error, no ocurre nada;
lo prometo; no volverá a ocurrir,
la próxima vez:
Daré un volantazo y no colisionaré
con esa maldita piedra.

Vistas al corazón desde una habitación del mar.

Alguien se ha llevado
mis cartas,
alguien empeñado
en que siga enloqueciendo
el mismo que hace que todos
los días salga el sol...

Continuar
marchar
seguir
ganar
sonreír
vivir
adelantar
triunfar.

Infinitivos
que concluyen
en su léxico
no verbal.

En el intento
de querer es poder
cuando quieres morir
y no puedes,
por la acción
que no sustantiva la vida.

Soñaba desde niño.

Tu vagina es el comienzo
de cualquiera de mis días.

me nace la mañana
mientras me sonríe,
y me anochece
mientras hundo
mi cara en ella.

Es una madrugada
de luna nueva,
es una noche de aullidos.

Tu vagina
es el comienzo
de todos mis días,
es la muerte del sol
para que me llueva
y cante
mientras me empapa
y me orina.

Intentos de vida tenebrosa

Vive en mi un extraño
anhelo, que se baraja
entre mis humores negros.

Es algo que tiene forma de simiente,
lo riego al día, para olvidar
la vida que tiene.

Baja desesperado, y se busca
pero no se encuentra,
porque es su muerte
lo que le horroriza.

Es un hijo muerto
que flota en mis estancias
mientras cabalgo tu cuerpo
como un lobo hambriento.

Juega a la espera, y gana

Como una peonza
pintada con espirales
de sangre,
con canicas de carne
o de ojos arrancados
de cuajo,
el corazón como un yo-yo
cordelado con tripas
y nervios,
el eterno juego:
beso, atrevimiento
o verdad.

Así se mueve la muerte,
pasatiempos de niño,
por los pasillos de urgencias;
agazapada, cerrando
el sudoku de la vida,
esperando a que el numero
sea el erróneo,
sabiendo que en el crucigrama
figura su nombre,
en las casillas negras.

Ausencia desmedida.

Me gusta pasar mi barba
por toda su vagina,
empaparla de su flujo.

Me gusta sí.


Luego en la calle,
en los bares,
en las tiendas,
o a la vez que hablo
con los demás...
olisqueo mi bigote
el olor de su coño,
es como un campo de heno,
y sale el sol en mi corazón
inundando mi alma
de una eterna luz
vaginal, y todo esto
cuando los demás
me cuentan sus días
aburridos y desechados
por la vida que llevan
y no les gusta.

Nace el brezo,
se empapan los nenúfares,
se abren ventanas al mar,
los peces revolotean
y las aves picotean
el néctar amargo,
la savia...
Vida, vagina, sexo,
todo es más fácil
de lo que imagino,
cuando te huelo y no estás.
es como si me cogieras
la mano para caminar
en una alameda llena de hojas
en otoño.

Mientras esto y lo otro, ella me ama.

Recorro recreando mi estupidez
los bares de mala muerte,
en noches de soledad
rodeado de mundo.

Busco la felicidad
esnifadandola en los baños,
bebo como una bestia
y rió llorando mi polo opuesto
a ese momento quieto.

Ella duerme en casa sola,
mientras la ansiedad la come,
y sueña que llego y entro en la cama
para garabatear a besos
su espalda,
como una pizarra dibujada
por niños en un viernes,
en la última hora de clase.

Pero no, yo cruel conmigo
la hago sufrir, cambio como un camaleón
y subo las calles enredado entre
el asfalto y mi crisis existencial.

Lejos de todo eso en el espacio
hay estrellas y planteas con otras vidas
que no conocemos.

Por eso cuando nos juntamos,
el amor nos felicita y el odio
y el enfado se dan la vuelta.

Alas de pellejo.

Todo dispuesto:
La muerte afilando su beso,
la vida soltando lastre
como toses y esputos,
el sufrimiento consagrado
a hostias con el mundo,
el cazo con la bilis hirviendo;
y mientras en la tierra,
la gentuza se pinta los huesos
de rosa, para besar noches
sin rastro.

Luces y proyecciones.

Es como yo,
se mueve como yo,
a todas partes
en el día
por la noche,
acierto a mirar
y está pegada.

Como una hermana
o una amiga intima.

Muevo la pierna
y la mueve,
subo un brazo
y lo sube,
camino hacia delante
y me sigue,
camino hacia atrás
y la persigo.

Me agacho,
se agacha.

Pero no siento que sufra
como sufro
con el dolor que paso.
Ni siento que respire,
ni mucho menos que hable.

Cuando me da la luz
de cara, ella ataca por la espalda.

Es como un demonio,
la acompaño en el sentimiento
por ser mía,
pero no llora por ese dolor,
porque no noto
que el corazón le palpite
como a mi, cuando camino
por la ciudad abatido
y melancólico.