Capitán de los piojos.

Me bebo en cada botella
mis propias ansias.

El sol me sorprende
en la misma esquina.

El calor no viaja,
el frío no llega.

Me bebo
en cada botella,
y luego me rompen.

Ando por la calle,
me camuflo mirando
al suelo, como cuando
de niño, me pusieron gafas.

Corriendo por el parque de mi cojera.

Es más o menos
un kilómetro.

Se me hace muy
largo el repetirlo
todos los días.

Parece que es un puente
entre los intereses creados.

Me cuesta mucho,
dejar de ser vago.

Es un kilómetro,
cuesta arriba, sin pasión
por llegar al final.

Pero todo está tramado.

Hace algún tiempo
que lo tengo pensado.

Lo pinté todo de color,
y está todo desordenado.

Así el kilómetro
es menos largo
y la cuesta menos empinada.

Puede que sea un vago,
pero voy a la mitad
del poema.

Y casi sin desearlo,
lo acabo,
pero la distancia
está llena de tristeza.

Es demasiado a veces,
pero tan solo ocurre
cuando me siento.

El kilómetro me cuesta
pero el poema me llega,
así que siempre
lo escribo, aún no siendo
costoso el sufrir esta pena.

Como un salvaje/me trasformo y pierdo las formas. Respeto a la mujer/ y la convierto en sexo.

Huye despavorida,
de la palabra
hembra.

No le gusta
que se lo diga.

Ella es mi hembra.

Adoro
susurrarlo
a su oído,
mientras corro
como un lobo
tras su significado,
cuando está
bajo mi cuerpo,
retorciendo astros
entre gemidos
y gruñidos.

Barrotes de vello.

Sube por los barrotes,
y trepa, hasta ponerse en paralelo
con el suelo de su jaula.

Es un preso inconsciente,
con grado tres,
la custodia es compartida
y sus vistas mejores
que las nuestras.

Se cae de su techo enrejado,
sube de nuevo y mordisquea
la reja con sus dientes de lima,
que le pasaron ocultos
en una barra de pan.

De la ensalada, le doy
el tronco de la lechuga
y las hojas sueltas,
pequeños trozos
de manzana y almendra
que mordisquea
como un mendigo
un mendrugo, en noche
de diciembre.

Puedo estar horas mirándolo,
es gris y tiene ojos de escritor
loco.

En la otra habitación hay una cama,
y en el baño gel de manos,
la televisión suena y la noche
insomne sueña a disfrazarse
de vino.

Puedo estar horas mirando
el hamster, me dice más
que cualquier humano.
Cualquier animal,
es más humano que el humano,
el humano es más irracional
y menos consciente,
aún el hamster roe los barrotes,
y busca escapar,
aún no se me olvida,
estoy en la cocina,
en la cocina, hay frigorífico,
y dentro, cerveza fría.

Me abro un bote, de los altos,
me voy al salón, tomo el libro,
hojeo con mi paladar las burbujas
de la cerveza, abro el padecimiento
constante, leo un verso, junto a mi,
está ella, miro por debajo de su camisón
su vagina me recuerda al hamster.

Es hora de la libertad,
es tiempo de adentrarme
en ella y olvidarme de todo,
es el lugar perfecto, para ser
igual de preso.

Café, y lunas como leche materna.

Me columpio,
las calles están mojadas
y los corazones se persiguen,
juegan al escondite,
mueren en el fondo
de un café con leche.

Me quité esta mañana
los zapatos, y subí
la calle respirando hondo,
es muy pronunciada,
es difícil de llegar,
cansa,
pero cuando llegas,
relaja.

Me columpio
cuesta arriba,
la ciudad,
es un árbol,
todos somos frutos.

Manzanas, peras, mangos,
pies, senos, gargantas,
uñas, pelo, pestañas.

Columpio, cuesta arriba,
es muy pronunciada,
como tu nombre en la noche
oscura,
por eso te llamo a solas
y te grito con todas las letras,
porque desde el fondo
de mi garganta,
nace en esas noches:
una luna nueva.

Rarezas de las hordas, política y sociedad

Jugaba en el recreo
en un hueco que fabricaba
un árbol y una pared.

Jugaba con las hormigas
y los chinarros.

No hacía mal a nadie,
era rellenito y raro,
a veces algo payaso
para huir de mi mismo.

A la salida me perseguían,
me tiraban piedras
y papel mojado.

Eran varios,
como una horda,
una pandilla de inclasificados.

Un día corrí, me siguieron,
tropecé frente a un colegio
de niñas,
me sentí como el ciervo cazado,
como el jabalí tiroteado.

Ellos reían, ellas miraban
como consortes de la sangre
y la muerte.

Una niña se interpuso,
me salvó.

Al día siguiente volví
a mi rincón,
mi guarida,
mi escondrijo.

Me decían marica,
porque me defendió
una chica.

Seguí con mi dedo,
una hormiga,
me gustaban las hormigas,
laboriosas, indefensas,
humildes, silenciosas.

Mi dedo tropezó
con una trampilla,
abrí una portezuela,
bajaba una escalera,
la seguí, la trampilla
cerró, llegué a un lugar
boscoso, tranquilo
y un árbol de tronco
azul y follaje naranja
me llamó...
me tumbé bajo su sombra
morada,
y allí descansé.

Sigo yendo a ese rincón,
cuando las pandillas,
y las hordas de malos
me siguen usando,
como reclamo de caza,
mientras sus mujeres,
preparan el festín,
esperando con sus copas
vacías,
la sangre de mi humillación.

Pero estoy a salvo, ella,
me acaricia la cabeza mientras
el tiempo pasa, y los poemas
vuelan entre las ramas.

Desayunando dibujos

Trasiega entre la cocina y la terraza,
sus nervios de niña,
porque no se centra.

Curva su cuerpo y me mira,
olisquea con su gesto de roedor,
el ambiente, mi pelo y mi cuerpo
que no ducho, hace un par de días.

"¡No hueles!"- me dice.

Se toma dos cafés, baila
por el pasillo mientras habla
sola.

Me pide que le cuente cuentos
al oído antes de dormir.

Se ducha, tiene hambre de justicia,
afila las uñas,
coge sus papeles.

Me besa la niña adulta,
se ha puesto algo en los labios,
se marcha,
olisqueo como ella,
mis labios, me es familiar,
huele y sabe a ceras de colores
con las que de pequeño,
dibujaba sueños que imaginaba.

Imagino que su boca hoy,
sueña con terminar de hablar
para besarme de nuevo
con un dibujo de niña,
saltan a la comba,
ríe concisa,
la semana comienza
la confusión termina.

Exprimiendo arpas, desollando deseos.

Rescato del futuro
lo que proyecté,
me hace falta ahora,
en este tiempo,
no ese, en que quizá
haya muerto, y no viviré.

No me prometo,
ni me juro,
ahora hago lo que mi palabra
conjuga, y ensalza.

Es la hora del juego,
cerrad las puertas,
no ha de escaparse
nadie ni nada.

Cerrad bien la cal,
apretad bien el canto.

Apretad bien las ventanas,
ha de estar todo dentro
ahora, todo.

¡Que no escape nada
ni tan siquiera la pequeña
muerte del tiempo,
que disfrazada de segundo
desea huir en décimas,
aprovechadlo, es el momento
de disfrutar de todo,
hasta de la oscuridad
del parpadeo!

Ritual y plegarias

Beso su boca
hasta empaparme
de su saliva,
de viento y lluvia.

Agarro fuerte sus caderas,
y con la otra mano,
mientras la beso,
rodeo su cuello
y aprieto con suavidad.

Meto la lengua en su boca,
y poco a poco,
en un baile maldito
que recrean nuestros
inconscientes cuerpos,
la llevo al salón
y la pongo encima de la mesa
como si fuera a operarla
el mismísimo satanás.

Bajo con impaciencia,
y hecho un perro salido,
sus pantalones y sus bragas,
sin reparar en mis antecedentes
penales,
y deseando este nuevo crimen
contra la castidad,
más sanguinolento que nunca.

Bebo vino de mi copa,
y chupo toda su raja,
esa que no regala dios,
pero es un navajazo entre
sus piernas,
que la lujuria urdió.

Meto mis dedos,
escarbo, olisqueo,
retuerzo mi legua
de lobo áspera,
mi aliento de hoja sucia,
de poema oxidado.

Mientras lo hago,
solo deseo no dejar de hacerlo
nunca.

Ella eleva su pelvis,
grita, me maldice,
me insulta,
yo afilo más mi lengua
trasformo mis dedos
en rima,

La mato,
la asesino,
la torturo,
la descoyunto,
su sangre,
su orina,
sus plegarias,
sus gritos:
Mi madrugada
mi madrugada.

Anochece entre sus piernas
mientras oculto el sol
con mis dedos y mi lengua.

En el ocho, me levanto.

Ya lo sé...
todo lo malo
que puedas decir,
ya lo sé.

Ahórrate el esfuerzo,
me parieron puro,
me forjé pájaro
de mal agüero.

Todas las flores
que me cultivaron,
me las arranqué,
y las mastiqué.

Por eso digo:
soy como soy,
me presento
a mi mismo cada noche,
nunca soy el mismo.

Pero las flores que mastiqué...
ahora abonan ese momento
que te miro y tu ríes sin saber
que te apuñalo a besos,
por la espalda,
buscando este callejón sin salida,
para quedarme contra las cuerdas,
y sentir el K.O. de tus caricias.

Siestas bajo tu lengua.

Cielo verde,
suelo rojo,
sangre amarilla,
palabras fucsias,
corazón azul,
arcoíris negro,
todo el color
lo llevas tu,
prendido
de tus pasos.
No hace falta puñal,
para ahuyentar
el miedo,
ya hace tiempo,
que viste del mismo
color,
que la bandera de rendición.

Música y miradas mientras tomo café y dejo que te vayas

Ha pasado el tiempo,
todo sigue igual.

Los ciclos se cumplen,
el mundo lo tiene todo organizado
bajo su estructura,
es como una partitura en coda.

El hombre (como especie)
es el canon de sus sentimientos.

El café sigue siendo amargo,
la cerveza mejor fría,
el vino siempre redondo,
las lentejas, si quieres...

Te miran y te estremeces,
en medio de un bar, borracha,
y adentrada en la noche,
te sigue gustando que te muerdan
la oreja o te chupen el cuello,
me gusta decirte que tu barbilla,
cuando la sostengo entre mis dientes
y la golpeo y chupo con mi lengua,
es tu vagina.

Al día siguiente bailas en la mano,
y hueles la almohada y las sabanas
recorriendo con tus dedos,
el abundante esperma que aún habita
en tu vagina.


Ha pasado el tiempo,
todo sigue igual.

Por eso me gusta ponerme
encima de ti y masturbarme,
ver como chorreo, como caigo
en ti, como una cascada,
como una ducha de muerte,
que se balancea en tu vientre;
como una bala que disparo
en tu cara.

Es lo que tiene todo esto
de la vida, que si te retuerces
en la angustia, sólo te quedas
con ese momento,
en el que crees que estás más cerca
del amor,
echandote fuera, y quedandote
en tu recuerdo más muerto,
que el semen que no vive,
en el borde de tu canto.




Entendiendo el rugir de los leones.

Llegada de una flor muerta
es la consciencia del mundo.

Creíste ser baraja,
y eres roto en el comodín
que nadie usa,
olvidada del juego,
se me pudren tus penas
en las manos
de mi incertidumbre.

Llevas en la cabeza
las ramas deshojadas
de un otoño eléctrico,
llevas un mar de peces muertos,
donde es mejor
llevar un corazón rojo.

Solloza sobre el minutero,
que las horas para ti,
ya no pasan,
y te atascas en el tiempo,
como en hora punta,
los coches en la carretera.

Caminando entre flores grises.

Si tuviese desprecio
por la gente,
no frecuentaría gente.

Así como el cielo,
lleva nubes por delante
y lejos,
yo llevo la palabra
gente, por delante
de persona.

Están las calles plagadas
de nosotros, gente que sube
y baja, respira y piensa,

Y somos más gente
porque no salimos
de nosotros,
y menos persona
porque no miramos
fuera.

Por eso no desprecio
la masa, porque también
yo hago lo mismo,
mirar poco fuera
y mucho mi ombligo.

Absorciones membranosas

Confundido entre calles,
absorto en su sinfonía
disonante de cláxones
y desesperaciones,
es una música
que se arrulla en mi oído
dando forma a una melodía;
tomando las visiones
que me provoca
la soledad y la borrachera.

Me trasformo en un monstruo
y soy mi propio ogro,
me torturo al descuido
y siento que lo bueno,
no me lo merezco.

Todo me confunde,
completo entre dudas
sigo caminando;
entro al chino,
compro una pinta de whisky
y me machaco el hígado.

Nada importa, salvo
el ruido de los coches
en la urbe, que indican
que llevan un destino...
aunque sean las kundas
del sueño profundo.