Recibos, impagos, luz, gas, pena y olvido.

He descubierto un vals:
una flor extraña
que habita en las montañas.

En la ciudad, en los bares
la cerveza es como un río
y su espuma son los besos.

Ya no entro en los baños,
a dibujar carreteras en la piel
de mi cartera.

Ahora únicamente
me emborracho
como un viejo parado,
sin pensión.

Oh mon dieu!!
Oh my goodness!!
Joder, hostia puta!!!

cuando el bolsillo
se vacía se alejan
esos amigos.

A penas salgo,
escribo mucho, en casa,
donde bebo
whisky sólo
y disparo con mis versos
al puente, al cuerpo, al vicio y al árbol.

Huelo esa flor extraña y saco el pico
del mirlo, que ebrio y cachondo
busca en la noche a la muricielaga
despistada, o al acordeón dormido.

Flor en la montaña, que extraña
eres cuando escribo,
que raro es todo cuando escribo,
que distante es todo cuando escribo,
que amargo se vuelve todo cuando escribo,
que feroz se vuelve mi corazón cuando escribo,
que atroz es mi alma, que desdenes fabrica conmigo,
que asco me da todo cuando escribo...

Y cuando no lo hago,
no siento nada,
no digo nada, no escucho nada.
Muero y comunico como el teléfono
de todos los que murieron.

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