Formas del pensamiento sobre fondo. Poeta en la Cama XVI

Hay un circulo en mi cabeza, negro.
giran mis ideas y no salen, duermo.
sueño que mi corazón está, dentro.

Mil formas dibuja el circulo,
a veces es cuadrado otras dodecaédríco.

Pero siempre mi corazón se precipita en la misma esquina.

Busco como un viejo salido, la joven salida.
Encuentro que en ocasiones todo es un diagrama de acero,
donde se estrella mi estigma.

Conciencia. Poeta en el bar XVIII

Soy tan fuerte como para cumplirme,
es el resultado de mis residuos,
lo que tiré y voy olvidando.

Ahora acabo la cerveza
y salgo a encender las luces del suelo.

Voy a empezar lo que nunca acabé,
me celebro y fabrico pasos.


Entre el siglo y el vientre.

Dentro de los siglos
el hombre existe y su ser,
es solamente una hoja más
del universo.

El hombre no es centro,
ni luz, sino de si mismo.

Hay flores en el valle,
y ríos que caminan de pie
hace más siglos.

Aprende hombre moderno,
el mundo te enseña y te muestra
como has de entrar en su seno.

Forma un yo en el todo,
no un ego en el mundo.

Caminado en la mañana.

Camino único e indivisible por la senda llena de limoneros,
hace sol y me baña la cara hasta renacer en mi saliva,
de manera certera, el camino de los sentimientos verdaderos.

Entre el durazno y la abeja solo existe el acto,
que en medio de la semana que empieza,
se revisa hasta gastar su propio enfado, y así con él,
derrocharlo y tirarlo a la acequia ejecutando la limpieza.

Estoy seguro del amor, estoy seguro de mi yo,
que tan profundo se rehace entre esta senda
plagada de luz y verde amarillento,
estoy seguro de lo que soy, detrás de mi: la vida,
por delante solo los pasos certeros.

Compañía y notas en servilletas. Poeta en el bar XVII

Toca siempre buenas canciones,
se sienta solo y bebe vodka con tónica.

Es mayor y fuma tanto que el humo
nunca acaba de salir de su boca,
pero su vida, es el piano.

Toca las teclas como si escribiera
versos en la espalda de alguna chica
que lleva desde hace tiempo grabada
en las llamas de su destino.

Hace tiempo que le dejó,
pero nunca, nunca, estuvo solo,
siempre tuvo su piano.

Tocando semifusas a modo confuso. Poeta en el bar XVI

Hago mucho ruido,
monto escandalo,
me reinvento en la cerveza,
relleno con esto cojines,
para descansar las horas
que no paso con ella

Huecos llenados a cuartos.

Porque la primera vez que la vi
despues de muchos años,
estabas en una foto con ella.

Porque cuando ella me lo dijo,
me fui de paseo contigo.

Porque en nuestros enfados
al llegar de nuevo, siempre,
me abrazabas sacudiendo
en equilibrio tus patas.

Porque cuando me reconciliaba,
aparecias  jugueteando, como ahora,
por las letras del poema.

Porque las dos primeras letras
de tu nombre, son las mismas
que las de la luz, que nos guía.

Porque ahora que estoy creciendo,
me has demostrado que siempre estas llena y tus cuartos no menguan.

Por esto y lo que me falta por decir...
Te echaré de menos.

A Luna.

Desayunando después de un viaje en autobús.

Llegué a la parada del autobús para ir a su casa.
Cogí el autobús para ir a su casa.
Pagué el billete, 1,35 euros.
Me senté junto a una mujer mayor,
me miró, la miré.

El chófer chupaba regaliz y miraba
como el sheriff del pueblo.

Arrancó y empecé a mirar por la ventanilla,
coches, gente, y  luces.

Había sido un solitario y bien posicionado
ejecutivo de ventas, había ganado tanto dinero
que me daba vergüenza haberlo gastado
en tan poco tiempo.

Pronto llegó a la carretera que llevaba
a su pueblo.

La carretera rodeada de huerta,
se insinuaba ante mis ojos,
celosa de sus besos.

Mi corazón lleno de polvo,
había encontrado una escoba.

Llegué hasta la plaza,
y subí andando y cojeando
hasta su casa.

Sin vergüenza, sin miedo, sin suciedad
en la mirada,
honesto, consciente, entero y seguro.

Me gusta subir su calle, llegar hasta a su casa...
Me gusta abrir la cancela, me gusta llamar a su puerta,
me gusta golpearla con los nudillos porque el timbre
está roto y también me gusta,
me gusta porque no hay cobertura,
me gusta su casa sin ruido,
me gusta que me abra con ropa de estar por casa,
me gusta que me pregunte, si quiero cerveza.

Buscamos su colirio, encontramos
que el pasado era pasado y todo es aceptado,
compartiendo besos y vino.

Hice la cena, leyó mi poema, nos abrazamos
en medio de las hamburguesas, nos amamos
mejor que siempre, porque nunca el pasado
está tan lleno, como cuando nosotros
desayunamos juntos y después nos despedimos.

Almendros en medio del minuto. Poeta en el Bar XV.

Con un remedio entre las manos,
me dejo ir por mi alma hasta lugar
donde resulte más tranquilo y calmo.

Sólo el almendro conoce,
que vivo para escribirte.

Sólo el valle de hierba,
siente mis pasos hacia
la selva de tu pelo.

Tapiz de mis letras,
abre la cochera de tus brazos.

Tiempo de mi tiempo,
no dejes que desperdicie
ni un solo segundo.

Mundo de azúcar.

Valle de esponja por el que ando,
ya te has empapado demasiado,
permite a mis pies que sean ahora
los que caminen en medio de la noche,
hasta la luz de la mañana.

Cielo de regaliz negra,
ya va siendo hora de nubes
de gominola.

Desde dentro afuera. Poeta en la cama XI

Le hago el amor, cuando vamos al supermercado,
cuando corta la col para la ensalada,
mientras fuma y toma mate al sol de la terraza...
Le hago el amor pausadamente, mirándola,
merodeando su cuerpo con esta mirada que tanto ha visto
y que ahora ha sentido.
Le hago el amor incluso ahora, que no la tengo.

Es mi patria chica, este pequeño rescoldo que avivo
soplando como el fuego de la chimenea.

Me abraza y se le escapa una lagrima,
lagrima que cura el dorso de mi mano,
dorso que chupo para saborear su llanto.

Merece que la quiera bien.
Deseo que mi ser sea un vaso
de agua clara y limpia.

Cruza por mi techo algun nubarrón
todavía, pero entre su espesura me llega
la luz.

Pronto todo será lo que el tiempo decida,
mientras yo solo deseo ganar de nuevo esta partida,
pues partido es el amor, porque se comparte.

Y es más lo que recibo cuando le doy,
que lo que le quito cuando no la tengo.


Le hago el amor, cuando vamos al supermercado,
cuando corta la col para la ensalada,
mientras fuma y toma mate al sol de la terraza...
Le hago el amor pausadamente, mirándola,
merodeando su cuerpo con esta mirada que tanto ha visto
y que ahora ha sentido.
Le hago el amor incluso en el más feroz de los sexos,
mientras me trago el rescoldo para que se ponga de corazón,
y soplarlo,
y soplarlo.

Existencia del Haber. Poeta en el Bar XIV.

Hay una luz fundida en el aseo,
y pelos de mi barba en el lavabo.

Hay calcetines sucios y calzoncillos
debajo de mi sueño.

Hay muchas cosas que aunque feas,
ya no me afectan como antes.

Hay un alma que fluye,
Hay un corazón curándose,
Hay una sonrisa en mi frente.

Hay un beso en mi boca,
Hay rimel de sus ojos en mi pecho.

Hay amor que me espera.
Ay amor, que larga y difícil esta quimera.

Cerrando los ojos. Poeta en la cama X.

Duermo en una cama más pequeña que mi sueño.
Es un lugar seguro porque duermo.
Apenas lloro y me ducho...
Duermo... Y no vuelvo a ti... Pero soñando te poseo.

Volviendo a su esencia. Poeta en la cama IX

Recogiéndome a trozos
en un suelo tan sucio
como este poema...
Sólo deseo que mi pene,
sea una isla desierta
por todo su ego de canto.

Mal cuento.

Había una vez un barquito
maltrecho,
y un corazón desvencijado.

Había una vez un lobito débil,
un hombre malhumorado.

Había una vez una vida insana...
una desconfianza en mi alma.

Había una vez hace mucho tiempo
cosas muy malas...había que empezar a arreglarlas.

Ahora indivisible, echo de mi
el monstruo de adentro y ahora no, pero pronto... Cambiaré este mal cuento en el que me encuentro
Y la amaré tan en serio que mis dedos serán no de letras sino de hechos.

En resumidas cuentas. Poeta en vida I.

A los doce fregaba vasos en una taberna
por cuatro mil pesetas a la semana.

A los quince los vasos los recogía
vacíos de un bar de noche,
por mil quinientas el turno.

A los diecisiete por cinco mil la noche
era portero y me partía la cara por un negocio
que no era mío.

A los dieciocho esnifaba coca,
las rayas eran lo único blanco
en mi vida.

A los veinte, bebía todos los días.

A los veintinueve me puse la soga
al cuello, y besé al engaño.

A los treinta y uno, un cáncer
que me mató y me dejó volver.

A los treinta y séis un intento de suicidio.

A los treinta y siete, engañaba al amor.

Ahora sin edad que repasar, solo quiero
sentarme en un bar, antes de seguir y recibir un beso.

Títulos para un corazón desahuciado. Poeta en la cama VII

Sin muchas oportunidades,
al final del calor,
siempre ocurre lo mismo.

En el tiempo que vivo
no existe la palabra
descanso.


Me tocó ser estrella borracha
y me permuté por himno cansado.


En medio del juego,
siempre estoy donde se recoge
el agua.


Miro al frente,
porque ya he proyectado
mis sombras.


Hace tiempo, que no hay tiempo;
no te das cuenta, porque no tienes tiempo.


Ven, dame la mano, deja que suden juntas
al pasar este minuto de ochenta años.


Sabes que el sabor a fresa,
solo dura lo que el chicle en su boca.


Se calzó las sandalias,
para que el viento hiciera
cosquillas entre sus dedos.

Camino riendo cuando fue
a verme, se marchó llorando
porque imaginó no tenerme.

Una hoja en primavera
cayó al suelo,
el otoño al no verla
a mi lado, se adelantó.

Escribía un poema
cuando ella posó su mano
en mi hombro.

Lloraba y no la veía
la veía y lloraba.

Soy un esqueleto de titanio,
tengo el corazón de chicle,
duro en su boca
lo que la fresa en temporada,
voy teniendo tiempo,
porque despacio observo,
las hojas que caen
fuera de carta.

Esperando la gata. Poeta en el Bar XIII

Apoyado en el velador,
la luz hace sombra en mis manos,
sujeto la copa de vino,
el vino es como mi sangre,
antes de llegar a la copa
han pisado su fruto.

Espero indeciso entre el vino
y mis sombras.

En la indecisión dibujo con ellas
sobre el velador, un corazón negro,
que apenas se favorece con tanta soledad.

Espero doliente y paciente, sin enfermedades
pero todo me duele al estar como la sombra
que dibujo.

Imagino que salto por ella, desde su pelo a su barbilla
intentando besar su mirada sobre el suelo, pero duerme y
llora.

Entonces me toca el hombro y salta desde mi pezón
a mi pene, como un hipo infantil de coca cola.

A hurtadillas

Lotto impredecible,
recorro tu senda
serpenteando sobre
mis babas, para picar
en tus estambres,
y llevarme en la lengua,
tus jugos de vida
que tanto me liban.

Pregunta entre velas. Poeta en la cama VI

La poesía es en ocasiones;
ora un pene que dibuja sombras
ora un gesto que sin labios:
dibuja en mi cara el silencio.

Volviendo sobre mis pasos un día de lluvia. Poeta en el Bar XII

Corrí como alma reclamada por el cielo,
conducía el coche como si montara en bicicleta,
llevaba café en el pecho y cerveza en la barriga,
ella me había llamado, yo era como un perro
aciago y solitario, que trasnochado, no se amedrentaba
por el pasado.

No llevaba la cartera, no llevaba carnet de identidad,
ni documento de conducir, no llevaba dinero, ni tarjetas
de crédito, no llevaba nombre, ni apellidos, ni sombra,
ni olvido, ni pensamiento de muerte ni nada negativo.
La vida por todos los bolsillos me trepaba para llegarme hasta su puerta.

Llegué, la cancela estaba abierta, la luna ladrando en el patio,
me recibió como al dueño que llega del trabajo si saber de mi pena.

Llamé a la puerta,
palabras,
                palabras,
                          besos, descomunal
                                                      el amor y el reencuentro, no llevaba carnet de identidad,
                                                                                                 ni huellas de mi tiempo, pero ella supo


                   decirme quien soy
                                                y que represento.